Un súperpoder

¿De qué escribir cuando arde el fuego dentro de uno, pero no se encuentra la manera de quemar al resto?. Y es un ejercicio realmente excepcional. Es un hábito, pero también una forma de expresarse, de transmitir, de comunicar. Pero no queda ahí la cosa, escribir es tambien una manera de enfrentarse a uno mismo. Es una postura, es pararse frente al espejo de adversidades que se encuentra en el fondo de nuestros propios ojos y entonces revelar nuestra propia alma como lo harían los viejos sabios. 

Escribir es arrancarnos el velo de realidad, enfermo de noticiarios basura, para tomar el timón de nuestra consciencia, devastada de tanta baratija interna que solo quiere destruirnos. Es vomitar con ansiedad y deseo inquebrantable lo que nos ocurre cuando la justicia se encuentra en la vereda contraria a la que debiera. Pero también es llorar para demostrar nuestra empatía con el que no puede hablar, con el que no puede contar su borrado pasado.

Cuando mi madre de pequeño me preguntaba que súperpoder me hubiese gustado tener, ese no era ni la invisibilidad ni mucho menos la inmortalidad absoluta. Escribir es el mejor de los poderes. Y con el tiempo se develó mi razón, pues los oradores de hoy tapan el mundo con solo levantar un dedo sobre el Sol y ¿quién cuenta el cuento?. El cuento lo relatan los que tienen el trono, pero escriben los que saben hacerlo y allí radica el poder de hacer y deshacer. De contagiar y erizar la piel. De hacer lo correcto o dejarse corromper.

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Carlos David Rodriguez (2020)